martes, 4 de septiembre de 2012

Aventuras y Desventuras de alguien en busca del amor - CAPÍTULO 5 Maruja & Lucía


LovehunterMaruja: Una cita… Una cita después de casi veinte años. Si me lo hubiesen contado no me lo creería. Que un hombre guapo y apuesto se interesase por mí, ¿Quién lo hubiese dicho? ¡Por mí! Yo que soy poquita cosa y estoy más bien ajada.

No sé si esto es buena idea. Aún estoy a tiempo de anularlo. Sí, le llamaré y le diré que tengo jaqueca. Eso haré. Al fin y al cabo soy viuda, ¿Qué dirían de mí por ahí?

Lo sé, se chotarían de mí diciendo: “Mírala, ahí va la viuda alegre. ¿Qué, Maruja? ¿El muerto al hoyo y el vivo al bollo, no?” Sería horrible; está claro que no podría volver al mercado… ¿Y qué haría yo sin ir al mercado? A estas alturas sería casi imposible encontrar un sitio nuevo donde comprar garbanzos.

¡No, no y no! Está claro. No debo ir.

Pero… Ese hombre era tan galante, tan fornido, tan varonil… Hasta su nombre era apuesto. Arturo… ¡Hay, Arturo!

De repente suena el teléfono y toda mi atención se centra en el horripilante sonido que emite: ¿Quién será? ¿Será Arturo? Ojalá, así me ahorraré la llamada.

-      ¿Dígame?

Lucía: Fingir dolores menstruales era una excusa como cualquier otra para huir del despacho; pese a que no me gustaba ni un pelo tener que recurrir a tal bajeza. Sobretodo porque luego a la mínima salta el tema de que las mujeres tenemos mucho rollo con lo de la regla, etcétera.

Pero ya no aguantaba más. Tenía que salir de allí. No sé porque pero Enrique estaba de lo más plasta. ¿Qué le había hecho yo? ¿Por qué pagaba su mal humor conmigo? La verdad es que no sé que he visto en un capullo como él, pienso mientras me desenfundo las botas.

Por otro lado está Marco, el cotilla de Marco. No sé como, pero el muy… se ha enterado. Bueno, enterado no ya que nadie más que yo sabe que Enrique me gusta, pero Marco sospecha. ¿Tan obvia es mi actitud cuando estoy con él?

Me dejo caer en el sofá, hundida en mi propia miseria, sin siquiera encender las luces y cojo el teléfono dispuesta a solucionar de una vez por todas mis quebraderos de cabeza:

-      ¿Dígame?
-      Mamá, soy yo, Lucía. Escucha con atención.
-      ¡Tienes cáncer! –exclamó de repente- ¡Ya lo sabía yo! ¡Mira que te he dicho veces que vayas a que te miren las tetas! ¡Y tú erre que erre con que ya me lo mirarán! ¡Pues ala! ¡Cáncer! ¿Y ahora qué?
-      ¡Mamá! No tengo cáncer. Cállate y escucha. Te llamo para decirte que quiero que me dejes en paz con el tema de los novios, los maridos y toda la mierda esa de amor. ¿Entendido? Lo que tenga que pasar pasará; y pasará cuando yo quiera. No cuando lo digas tú. Además… No eres la más idónea para hablar de todo esto. Después de todo hace mucho que murió papá.

Decirle todo esto a mi pobre madre me duele; sobretodo porque sé que la estoy usando de saco de boxeo. La pobre no tiene más que buenas intenciones. En cambio yo la he llamado para pagar con ella mi mal humor provocado por Enrique, ¿es justo? Ya sé que no, pero los hijos no dejamos de ser hijos. En esa relación están implícitas estás pequeñas licencias.

-      Pues mira tu por donde, guapa. Tengo una cita de esas…
-      ¡¿Qué?!
-      Se llama Arturo. Así que ponte las pilas porque si el vejestorio de tu madre consigue rehacer su vida lo mínimo que podrías hacer tú es ponerle un poco de ganas, ¿entendido?

Dicho lo cual, me cuelga. Pobre del que haya quedado con ella. La que le espera.

Maruja: ¡Maldita sea! Ahora tendré que quedar sí o sí. Y todo por no darle la razón a Luci. En fin, valor y al toro. Puede que no sea tan horrible.

Escrito por C.Pérez de Tudela
con el patrocinio de LoveHunter.es

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