sábado, 21 de abril de 2012

Mujeres Desempleadas - CAPITULO 3: Un día Cualquiera

Sucedió una mañana como cualquier otra, paso sin previo aviso, como suelen suceder las grandes tragedias. Bib estaba sentada en la mesa de su comedor recortando cupones y comparando ofertas cuando escuchó la noticia.

“Fuentes cercanas a la investigación aseguran que el cuerpo encontrado no guarda relación con la oposición a la construcción del casino declaran que tan solo se trata de un nuevo infortunio en el polémico caso “Eurovegas”. La victima ya ha sido identificada, se trata de Maria Alicia Soto Real, vecina de la zona. Fue hallada durante las labores de excavación. Los operarios que encontraron el cuerpo aseguran que el estado del cadáver es de avanzada putrefacción. Así mismo declararon que presentaba signos evidentes de violencia. ¿Estaremos ante otro macabro caso de violencia de género?”

De repente Bib dejó caer la tijeras y se puso en pie. ¿Era cierto lo que acababa de escuchar? Confundida miró el transistor como si este la estuviese mintiendo intencionadamente. Tardó algunos segundos en reaccionar, lo suficiente como para que alguien al otro lado del piso golpease con contundencia la puerta:

-         ¡Nena abre! –exclamó Lina desde el rellano- ¡Es horrible, abre!

Obviamente Lina ya se había enterado:

-         Voy… –contestó Bib con un hilillo de voz.

Al abrir la puerta se percató de que Lina no se había maquillado, cosa extrañísima en ella, ni si quiera se había escondido la nuez, saltaba a la vista que la noticia la había turbado lo mismo que a ella:

-         ¿Lo has oído? –preguntó temblando.
-         Ha de ser un error. No puede estar muerta.
-         Pero ya lo has oído. Han dicho su nombre –para Lina todo lo que se decía en la televisión era cierto por ello estaba rotundamente convencida.
-         Tenemos que hablar con las otras, ven.

Juntas fueron hasta la cocina y Bib abrió la ventana para asomarse al patio de luces:

-         ¡Gabri! –gritó del mismo modo que gritaría la palabra “socorro”- ¡Susana!
-         Tira una pinza a la ventana de Gabri que la muy perra seguro que aún esta durmiendo. Ayer por la noche cuando salí a tirar la basura la vi por el parque, ya sabes… Seguro que se acostó tarde –explicó Lina maliciosamente.
-         Ahora no es el momento de cotillear. Puede que Alicia esté muerta.
-         ¿Qué pasa? –gritó Susana desde su piso.
-         Baja coño, que la Alicia está muerta –gritó Lina demostrando una evidente falta de tacto.
-         ¿Qué Alicia está en la huerta? –contestó Susana asomándose- ¿En que huerta?
-         ¡Muerta cojones! ¡Muerta! ¡Podrida! ¡Enterrada! ¡Fiambre!
-         Cállate de una puta vez Lina que me estás poniendo nerviosa –exclamó Bib- ¡Susana baja que tenemos un problema!
-         Enseguida voy. Echo las espinacas en el potaje y bajo.
-         ¿Qué son tantos gritos? –dijo Gabri asomándose también.
-         Gabriela, baja enseguida a mi piso.
-         Ya voy, wey.

Efectivamente era una mañana como tantas otras, un día normal, salvo por el hecho de que yo ya no estaba allí. Que mis amigas se enterasen lo hacía definitivo, como si ahora verdaderamente si que estuviese muerta. Era una sensación extraña, en parte me sentía triste por lo que me había sucedido, pero por otro lado estaba feliz de que ellas ya estuviesen al tanto. Me puse contenta de que al fin alguien fuese a hacer algo para atrapar a la persona que me había asesinado.

Y entonces pasó lo que yo esperaba que pasase. La ventana del piso donde vivía mi verdugo se abrió, no mucho, lo suficiente como para escuchar la conversación que tenían mis amigas en el piso de Bib, lo bastante como para estar al tanto de cómo se sucederían los próximos acontecimientos.

En ese momento una especie de estallido de ira hizo que flotase, que me elevase lo suficiente como para llegar a la altura de la ventana. Una vez allí me tope una vez más con el rostro de la persona que me asesino. Sonreía con malicia, con orgullo por lo que había hecho, y entonces caí en la cuenta de algo que ni si quiera se me había pasado por la cabeza:

Mi muerte puede que tan solo fuese la primera. Ahora ellas estaban en peligro. 

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